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Cero machismos: El rol del padre en la crianza


Contenido promovido por el Instituto de Experimentación y Formación Artística A.C. con el Centro Cultural La Otra Banda.


Mtro. Jesús Israel Nieves Romero.


Ya son 10 años desde que mi trabajo sobre la infancia comenzó a tener un eje teórico y metodológico, lo previo a este camino solo eran los cimientos para un posicionamiento de vida.

Hoy creo fervientemente que por ninguna causa o razón se le debe pegar a las niñas, niños y jóvenes; como diría el título del libro del gran amigo Gaudencio Rodríguez Juárez: “Cero Golpes” (2014). Hay una frase de Gaudencio que para mí resume gran parte de lo que creo: “Abrázalos, no les pegues”.

Dentro de esta propuesta de vida comprendí la importancia de realzar cambios personales, grandes cambios internos que conllevan cuestionamientos de creencias y legitimidades sostenidas por la cultura, el contexto, el barrio, la calle, los amigos, la familia y la historicidad de las formas de creencias y vinculación familiar.

Hoy les aseguro y sostengo que los castigos físicos como medio correctivo o educativo, lastiman y dejan huellas en nuestro ser que se manifiestan en distintas formas de pensamiento, comportamiento o supresión emocional.

“Una nalgada a tiempo es necesaria” ¿Es necesaria? ¿Para quién es necesario? Durante muchos años y todavía hoy escucho esta frase, a la que le sigue: “Santo remedio, ya no lo volvió a hacer” o “Gracias a eso soy un hombre de bien”.

En mi trabajo con menores de edad, he entendido que al ser lastimados sienten miedo y ven a sus autoridades como alguien a quien deben temer, concluyendo que el enojo lastima pero que la agresión se valida.

Y en este punto me detengo un instante. Las niñas y los niños aman mucho a sus padres y, en ese gran amor se culpan de sentir enojo por ellos, por lo cual justifican las prácticas lacerantes de sus padres.

Asimismo, estos niños al llegar a la edad adulta, se ven marcados en sus “comportamientos, emociones y pensamientos” (Rodríguez, J y Patiño, H, 2016, p.1) lo que construye una “herencia fundamental” de validar aquello que lastima, ¡como si educar y amar, debiera ser lastimoso, para quien requiere ser guiado! Dichas prácticas culturales y vivencias familiares se convierten en prácticas normalizadas y justificadas en nombre del amor “te pego (educo), porque te quiero”.

Lo que conduce a una dificultad de criticar dichas prácticas; ya que eso implicaría cuestionar “el amor” de los padres, quienes, si bien sabemos que aman a sus hijos, simplemente repiten lo que aprendieron de sus propios padres, que se puede resumir en dos palabras: amar y educar.

Pero la paternidad no es perfección, y cuando alguien elige el camino del acompañamiento, del amor por otro, toma como referencia a sus acompañantes de vida que le permiten construir una idea de la paternidad y maternidad. Al referirme como idea, estoy haciendo énfasis en lo que para mí significa ser padre o madre y modela la forma de vincularme, de hablar, de conectarme emocionalmente, además de la forma de pensar, actuar y de educar. Al reconocer la imperfección de la paternidad y maternidad abrimos la posibilidad de amar sin culpa y sin pensamientos dicotómicos acerca de nuestros acompañantes de vida.

El reconocimiento de los distintos matices de colores que tiene la paternidad y maternidad posibilita pintar nuevos lienzos.

El promover los buenos tratos en distintos espacios, me ha llevado a preguntarme ¿Qué hacer? Así comprendí que buscaban técnicas o herramientas que posibilitaran un cambio de idea o comportamiento, lo cual es insostenible ya que cada sujeto y familia es distinta y cuenta con recursos internos variados.

Me parece que la disciplina positiva, posibilita el incorporar más herramientas para la aventura de la crianza, pero el asunto está en apostarle en un cambio interno ideológico.

Detengamos toda técnica, trabajemos por nuestro “noble ideal”, un ideal en derechos humanos, en crianza bien tratante, en la democratización y corresponsabilidad familiar.

Si le apostamos a deconstruir lo que nos hace hijos, padres y madres, nos brinda entonces una construcción distinta de mirarnos y con ello de estar en el mundo y con los otros.

Por lo tanto, un hombre y una mujer que le apuestan a una vida libre de violencia, posibilitaran la búsqueda de herramientas para promover el diálogo, el manejo de las emociones, entre otros recursos que benefician al ser humano.

“Ser padre es más que aplicar cuatro teorías psicopedagógicas y esperar el milagroso resultado” José Ángel Giménez Alvira.

La maternidad y paternidad es compleja, ya que educar implica “conocimiento, razonamiento y cálculo, lo mismo que flexibilidad, intuición y espontaneidad” (Rodríguez, 2014, p. 95). Es importante saber que cada etapa es distinta, que no hay manuales y que las hijas e hijos rompen nuestros esquemas. Educar no es lineal “en un toque fallamos y con el siguiente corregimos” (Rodríguez, 2014, p 96), equivocarnos es nuestra certeza, que a su vez brinda la posibilidad de un reconocimiento a la imperfección, no como un error, sino como la entrega honesta de lo que somos y podemos dar, lo que permite que los hijos activen a partir de las experiencias, sus propio recurso para hacer frente a la vida.

Pero recordemos que “los padres somos cimiento e inspiración”, “padres mejor preparados redunda en hijos mejores formados” (Rodríguez, 2014, p 96).

Los seres humanos requieren de amor, diría Don Bosco, un santo salesiano, “no basta amar a los niños, es preciso que ellos se den cuenta que son amados”. Y es aquí donde surgen las preguntas: Como varones ¿Cómo expresamos nuestros afectos a nuestros hijos? ¿Cómo aprendimos a dar y recibir amor? El afecto es una función clave para el ser humano desde su origen, ¿qué ocurre para que se limite y se obstaculice en la forma de relacionarse entre ¿padres varones? y sus hijos? ¿Las emociones tienen género?

Fragoso Luzuriaga Rocío y Vera Ramírez Julieta en el capítulo 3 del libro masculinidades en el siglo XXI, el desafío de Adán, nos comparten que:

En el caso de la socialización en función del género se alentará a expresar una u otra emoción. Así, en los niños se reprimirá la tristeza con la estereotipada frase “los hombres no lloran”, no obstante, se les alentará a que expresen las emociones enojo o desagrado. En cambio, a las mujeres se les dará instrucciones de mantener a raya su ira o desprecio, en enunciados como “las niñas bonitas no se enojan”, mientras que se les fomentará que comuniquen su tristeza o miedo a través del lenguaje verbal o corporal para recibir protección (Pg.25)

Esto permite pensar cómo la socialización estereotipada de género nos limita y se contrapone a lo que requiere el humano y lo que podemos brindar los hombres. Nos dice Rodríguez (2014, p.97), “los seres humanos necesitan alimento, cuidado y amor, todo junto y en cantidades suficientes; con el alimento y el cuidado sobrevivimos, con el amor vivimos”.

Y si “las representaciones culturales que contienen ideas, prejuicios, valores, mandatos, normas, prohibiciones” (Colás Bravo, Pilar y Villaciervos Moreno,Patricia, 2007) de que ser padre o madre contrapone el crecimiento y desarrollo pleno y libre de los sujetos, debemos por lo tanto oponernos a dichas representaciones.

Si la cultura occidental construyó estereotipos por medio de relatos de lo que debe ser un padre y dentro de dicha narrativa se acentuó el comportamiento que limita las emociones, renunciemos a dichos estereotipos y busquemos nuestro derecho al cariño, puede que en el camino nos sintamos vulnerables, pero quiero decirles que es la señal de la construcción de una nueva narrativa.

Tengamos presente que “en el comienzo de la vida necesitamos un amor incondicional o fundamental por parte de nuestros padres” (Rodríguez, 2014, p. 97), es por medio del amor expresivo –la palabra, el contacto, la contención…– que confirmamos la existencia del otro.

Padres y madres, sepan que sus hijos confirman su existencia por medio de su amor y el amor no tiene género.

Recordemos que es por medio del otro que nos construimos como individuos y al mismo tiempo se nos presenta el mundo; un bebé al que se le contiene, se le platica y se le besa, entenderá el mensaje cálido y agradable, porque al no contar con palabras, conocerá las sensaciones; y él que vive como un ser confortable, entiende al mundo como un lugar confiable.

Lo que trato de dejar claro es que somos seres vinculares; somos primero vinculo, antes que razón y es primero el contacto, la sensación que nos construye, ahora imagina la potencia que tiene la palabra y el contacto, para ellos vamos hombres al encuentro de la palabra emocional y del contacto no limitante, porque también nosotros construimos sujetos, sus hijos no solo comprenderán el mundo por medio de ti, sino también en cómo se reconozcan y cómo se piensen como hombre o mujer. En el caso de los hombre hago hincapié, nosotros no solo brindamos lo que se entiende por ser hombre, sino también por medio de uno, cómo se entiende y piensa a la mujer.

Comprender y actuar dichas propuestas, nos posibilita a vivir una paternidad cercana, afectuosa y libre de estereotipos. He insisto, el cuidado y el amor en sus múltiples expresiones, no tiene género.

“los humanos somos por naturaleza seres receptivos y relacionales, nacido con una voz, la capacidad de comunicarnos y con el deseo de vivir en el seno de relaciones” (Gilligan, 2013, p.13).

Pero parecería que el cuidado de los hijos, es asunto de mujeres. Carol Gilligan (2013) plantea que el cuidado es un valor y que no cuenta con la suficiente importancia debido a que se desarrolla en la vida privada y familiar, colocando el peso y la responsabilidad en las mujeres.

El cuidado nos brinda la “capacidad de amar y genera confianza entre uno y otros”, (Camps, V; Gilligan, 2013, p.9) es por ello que no es asunto de mujeres, es un asunto de todos, ya que está de por medio el amor entre semejantes y el desarrollo de las relaciones interpersonales fraternales, cordiales y honestas.

Los hombres amamos y confiamos, por lo tanto, somos seres con la capacidad de cuidar, que debemos ignorar la creencia histórica que nos socializó para creer en el “instinto materno” y en la idea de que “solo las mujeres pueden cuidar a los infantes

Por ello los hombres que viven la paternidad, están dando grandes pasos en la liberación de las ataduras ideológicas. Porque los hijos no son solo de las madres, los hijos son también de los padres. Madre solo hay una y padre también, y el ser humano que está por nacer o que se encuentra presente en el mundo, nos hace padres y madres, por ello somos corresponsables de esa vida que es producto de nosotros. Los hombres somos creadores de vida y, al ser creadores de vida, somos coautores de quien nace. Es nuestro hijo, que requiere de todo nuestro ser, libre y sin ataduras.

Los padres varones, no somos presencias secundarias, no ayudamos, nos hacemos cargo de lo que nos corresponde, porque la corresponsabilidad no es de tiempos, ni de repartos, es el asumir todo lo que implica, es tener flexibilidad de hacer no lo que te toca, sino lo que se necesita en ese momento con tu familia: si hoy toca lavar, lava, si hoy toca cuidar a los enfermos de la casa, cuida, cocina, ve horarios y cobija.


Tomando un fragmento de una canción del rapero XXL 593 diría:

Padre no es el que embaraza y se va con la cara tuca,

Padre es el que cría el que enseña y el que educa

Padre no es el que paga el juicio de alimento

es el que cuando su hijo llora calma su lamento

No es el que hace que la chica sea madre,

padre es el que por su hijo se hace responsable.


Porque los hombres nos embarazamos y vivimos el embarazo, porque ser padre va más allá de la biología, es nacer y parirnos psíquicamente como padres.

Asumirnos como padres, es amar incondicionalmente. Por ello no nos limitemos a lo socialmente establecido o mejor dicho, no veamos solo una narrativa de lo que es ser padre, cuestionemos los “discursos predominantes” y construyamos nuevas historias.

Muchos estudios hacen énfasis en la responsabilidad y los defectos de los padres varones, pero ejercer la paternidad también es diversión, convivencia, intercambio afectivo y relaciones amorosas.

Porque ser padre es duro y es lo más bonito.

Vive tu paternidad, sin las cadenas de los estereotipos.






Bibliografía


  • Colás Bravo, Pilar; Villaciervos Moreno,Patricia. (2007). LA INTERIORIZACIÓN DE LOS ESTEREOTIPOS DE GÉNERO EN JÓVENES Y ADOLESCENTE. 20 de mayo de 2019, de Revista de Investigación Educativa Sitio web: file:///C:/Users/Psic-2/Downloads/96421-Texto%20del%20artículo-388401-1-10-20100308.pdf

  • Fragoso Rocío; Vera Julieta. (2016). Mujeres más emotivas y hombres más racionales: estereotipos de género desde la inteligencia emocional. En Masculinidades en el siglo XXI El desafío de Adán (23 -32). México, Puebla: Manual Moderno.

  • Gilligan Carol. (2013). La ética del cuidado. Barcelona, España: Fundació Víctor Grífols i Lucas.

  • Rodríguez Juárez Gaudencio. (2014). Cero Golpes. México, D.F: Contemporáneos.

  • Rodríguez Sánchez José Luis; Patiño Tovar Hilda. (2016). Masculinidades en el siglo XXI El desafío de Adán. México, Puebla: Manual Moderno.


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