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La transformación de los hombres que han ejercido violencia

Contenido promovido por el Instituto de Experimentación y Formación Artística A.C. con el Centro Cultural La Otra Banda.


En el desarrollo del diálogo se trata de analizar desde una perspectiva crítica situada en el paradigma de la perspectiva de género con el enfoque de las masculinidades, sobre varios aspectos referentes a cómo socializamos nos construimos y actuamos los hombres; además de poder reconocer cómo transitar a una cultura que trascienda a esta mirada tradicional en lógicas patriarcales.

Antonio Ramírez reconoce como punto de partida, que la violencia es una invasión de espacios de una persona, como el espacio físico, intelectual, emocional, el espacio social y el espacio cultural. Plantea, además, que esta invasión tiene como meta dominar esos espacios y usar los recursos de la persona que estamos dominando.

En este sentido, la violencia de género corresponde a una violencia que históricamente ha sido opresora hacia las mujeres. Y por su parte la violencia contra las mujeres corresponde a actos muy puntuales en los que se agrede por el simple hecho de ser mujer.

Para Ramírez, el estudiar o trabajar en una universidad no garantiza que ya hemos pasado por un proceso de reeducación de género, por lo cual se nos sigue concibiendo con una serie de privilegios por el simple hecho de ser varones. En este sentido, la tarea como profesores y profesoras está en promover el desarrollo de las y los estudiantes, para lo cual es necesario dejar los privilegios y romper con las relaciones de poder que existen en la relación maestro-alumna.

Los profesores necesitan hacer una reflexión desde su labor entorno al género, a fin de que se visibilicen los privilegios que goza por la figura de autoridad que se asume y, por ende, las relaciones de poder existentes.

Por su parte, las universidades deben mantener la creación de los protocolos en donde se puntualice la labor docente y se establezcan los límites de esta, al mismo tiempo que se trabaja con la necesidad de crear un sistema de capacitación de profesores a partir de la perspectiva de género. La figura del académico debe compartir experiencias a estudiantes para que ellos y ellas tengan la opción de crear relaciones diferentes en donde el apoyo sea un factor común.

Ramírez comparte además las siguientes ideas:

a. Tenemos que entender como hombres que el cambio a la igualdad y equidad posibilita la creación de una sensación de compañía, apoyo y crecimiento.

b. No hay perfiles de agresor, existe en cambio un perfil patriarcal el cual debe cambiarse, la principal herramienta para el cambio es colaborar en conjunto para impulsar acciones que permitan romper con las violencias que se ejercen hacia la mujer.

c. Todos los hombres tenemos privilegios y las opresiones van enganchadas a esto, hay una serie de opresiones con las que tenemos que lidiar.

d. Los niveles de privilegio se representan como una pirámide en donde el género masculino se encuentra a la cabeza de esta.

e. Es necesario tener un “golpe de realidad” que permita reconocer qué actitudes estamos asumiendo desde nuestra masculinidad.


Por su parte Salvador Bello plantea que la función de la violencia es sostener, reafirmar o defender la dominación, pero además tiene un carácter productivo, produce relaciones, subjetividades y en ese sentido, los hombres nos socializamos entorno a la violencia y adquiriendo estrategias de dominación y jerarquización a partir de mandatos y normas.

Desde su perspectiva los varones luchan por “convertirse en hombres” y alcanzar la masculinidad, en esa lucha siempre se está sometido a las estrategias de dominación y jerarquización en las que no sólo se violenta a las mujeres, sino que también se violenta a otros hombres.

Es importante des individualizar la discusión sobre el cambio de los hombres, para lo cual se debe desarrollar un sentido de responsabilidad, no solo de la violencia que ejerzo sino de lo que siento y las relaciones que tengo con otres. Trabajar desde este concepto permite adquirir conciencia sobre el poder que se ocupa.

Reconoce además que, es importante que las universidades habiliten espacios para la conversación entre varones, en donde se permita nombrar las violencias, vulnerabilidades, habilitar otras formas de relación entre varones y con las mujeres, lo que a su vez implica cuestionarnos, aunque esto pueda implicar un proceso que nos saque de la comodidad en la que nos encontramos. Aunado a esto, es necesario que las universidades puedan establecer campañas, talleres, círculos de diálogo sobre la violencia masculina, con el objetivo principal de que ninguna mujer se vea excluida del espacio académico por haber vivido violencia en él.

Bello comparte además las siguientes ideas:

a. Existe una tarea permanente de habitar el cuerpo y la palabra para así, enriquecer nuestros vínculos con los otres.

b. Se deben dirigir los esfuerzos para desarrollar una reforma universitaria contundente, que no implique solamente la gestión de la violencia, sino que se gestionen cambios transversales en el currículo, la producción de conocimientos de mujeres, etc.

c. En muchas ocasiones el pasmo nos ha llevado al espacio de lo íntimo, tiene un gran valor que se pueda desarrollar un lenguaje para este espacio, para hablar de la violencia de pareja, o la violencia que se ejerce en el plano personal.



 
 
 

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