Contenido promovido por el Instituto de Experimentación y Formación Artística A.C. con el Centro Cultural La Otra Banda.
Por Isabel Argüero
Eran casi las 11 de la mañana, como de costumbre,la ciudad de Querétaro estaba en constante movimiento: personas en bicicletas, automóviles y a pie, se situaban a lo largo de toda Avenida Universidad. Es curioso cómo, si uno decide observar con detenimiento, puede percatarse de todas las historias que confluyen en el mismo espacio, aunque sea solo por unos segundos. Exactamente eso era lo que pensaba a medida que me acercaba al Jardín de los Platitos a reunirme con un grupo de comunicólogos entusiasmados por conocer lo que acontece del otro lado del río.
Entre azulejos y relatos, comenzamos nuestro recorrido y juntos caminamos a lo largo de la calle Invierno hasta llegar a una intersección que me pareció peculiar. Me encontraba de pie afuera de un centro terapéutico que anunciaba la venta de cuarzos, piedras y alineación de los chakras; extrañamente holístico para un barrio tan tradicional. Mientras que, a unos escasos metros, tomando turnos para asomarnos tras los barrotes de la ventana, pudimos observar una pequeña capilla familiar, lo que me pareció fascinante, pues sentí que estábamos ante una representación paradójica de creencias.
Así, continuamos nuestro camino, hasta llegar al Templo de San Sebastián, en donde nos detuvimos un momento. Reconocido por ser un punto de reunión, no pude evitar pensar en todas las personas que frecuentan este sitio, algunos del Tepetate, otros de Santa Catarina o San Roque que, como nosotros, encontraban en este lugar un espacio de tranquilidad entre todo el bullicio. Un lugar que ha ido transformándose a lo largo del tiempo, lo que era a las “afueras” de la ciudad, el hogar de un exiliado, ahora representaba un momento para respirar y pausar.

Las vías del tren más allá de lo inmediato. Isabel Argüero (2021)
Posteriormente, nos dispusimos a cruzar el puente para atravesar las vías del tren, no sin antes tomar un montón de fotografías, pues aquella vista era tan singular como interesante. Estas vías parecían ser símbolo de una división de la ciudad. A lo lejos, unos edificios, pero más de cerca unas pequeñas casas de colores que narran en sus paredes la historia del lugar. Atravesando estas calles, arribamos al Atrio, otro punto de encuentro que unifica a tres barrios aledaños y esto sería lo más lejos que llegaríamos ese día.
Emprendimos el regreso, no sin antes hacer una última parada a un lugar que me resultaba un poco más familiar: La Otra Bandita, en donde hablamos acerca de la importancia de recuperar la historia popular para mantener la identidad del barrio presente en sus confrontaciones, fusiones, en los rastros o manifestaciones que cada día emergen en las calles del otro lado del río.
Commentaires