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El homo academicus frente a la violencia machista. ¿Cómo lograr que los académicos dejen de hostigar

Foto del escritor: LaOtraBanditaLaOtraBandita

Contenido promovido por el Instituto de Experimentación y Formación Artística A.C. con el Centro Cultural La Otra Banda.


De acuerdo a un informe sobre resolución de casos de violencia de género y discriminación de 2020, los años 2019 y 2020 son los que registran mayor número de quejas por hostigamiento y acoso sexual; el sector estudiantil es el que más denuncia y el sector más denunciado es el personal académico, lo que significa que los espacios universitarios y el salón de clases son lugares donde la reproducción de la violencia de género y la discriminación hacia las mujeres por parte de los hombres es una constante a pesar de afirmarse que existe cero tolerancia.

Partiendo de este reconocimiento, Antar Martínez expone que la labor de docente es muy importante en el combate y la erradicación a las violencias de género en cuanto a la búsqueda de generar políticas y prácticas anti patriarcales tanto dentro como fuera de los espacios educativos. En este sentido, la universidad es un espacio de reproducción de los órdenes dominantes incluyendo los órdenes de género, sin embargo, se reconoce que puede ser un espacio de ruptura de cuestionamiento crítico, pensamiento alternativo, y espacio para generar interpretaciones de nuestra realidad que permitan hacer frente a la problemática a través de la elaboración de soluciones.

En este sentid, reconoce de igual forma que el espacio académico presenta una normatividad de género muy fuerte y violenta, sobre todo para el género femenino. Las violencias y relaciones de poder se manifiestan en esquemas más estructurales desde el cómo está diseñada la propia universidad, sus procesos administrativos, diferentes formas de discriminación, exclusión y desacreditación constante al género femenino a través de las cargas desiguales. .

Algunas de las conductas que se pueden asociar a los perfiles de agresores desde la mirada de Martínez A, están relacionadas con el bajo control de impulsos, distorsiones cognitivas, capacidad de gestión de las emociones, hasta perfiles socio económicos socio demográficos, nivel educativo y clase social. Estas categorías resultan ser problemáticas en la medida en que se consideran como reduccionistas, simplificadoras e individualizan las prácticas de violencia. Menciona, además, que es necesario reconocer que las violencias nos involucran a todos, ya sea por la participación directa o la omisión de estas.

Es necesario recordar la idea de que, finalmente la masculinidad corresponde a una estructura como una posición de dominación, la cual cuenta con la característica de ser moldeable, adaptativa y flexible a fin de mantener el privilegio; puede generar cuestiones más sutiles de coerción.

Algunas de las condiciones que son consideradas como elementos que propician la reproducción de la violencia de género son las siguientes:

a. La persistencia de la división sexual del trabajo al interior de las universidades que se expresa en prácticas cotidianas y estructuras organizacionales.

b. Normalización de los abusos de poder.

c. La universidad en su estructura es similar a la de la masculinidad hegemónica, es una estructura corporativista, anclada a las ideas de la obediencia del sometimiento por las relaciones de poder verticales.

En cuanto a los elementos que faltan en las políticas de universidades y comunitarias para el trabajo con hombres que han ejercido violencia y para prevenir casos de hostigamiento y acoso que se viven diariamente, Martínez A, menciona lo siguiente:

a. A la universidad le hace falta mucho recorrido en cuanto a la búsqueda de atención de las violencias de género, los protocolos se posicionan como instrumentos necesarios y que deben ser continuamente evaluados y modificados para llevarlo a una gestión completa.

b. Existe la necesidad de generar materias y cursos con perspectiva de género; que haya una transversalización de la perspectiva de género, en la institución, los servicios que ofrece, en el tipo de atención que se brinda y así mismo, abrir espacios curriculares y extracurriculares para trabajar estas cuestiones.


Por su parte, Mauricio Zabalgoitia menciona que las prácticas machistas y de relaciones de poder dentro de las aulas se siguen reproduciendo, por lo cual es necesario pensar en qué medida estas formas se reproducen e incrementan como respuesta al ascenso de las mujeres y la irrupción de los feminismos que se han tenido en los últimos años.

Añade, además, que el problema de la violencia de género en los espacios académicos tiene que ver en gran medida con la gestión de los protocolos e instrumentos que se implementan, la cual suele atender a la lógica de gestión masculina.

Las condiciones que desde la perspectiva de Zabalgoitia propician la reproducción de la violencia de género son las siguientes:

a. Las relaciones entre pares masculinos en la omisión de las conductas machistas.

b. La violencia sexual o sexista no es algo individual se debe a una estructura organizada la cual habría que pensar como desarticular a través de las coordinaciones que atienden las cuestiones de género.

c. Hostigar mediante los micromachismos; a pesar de no tener las mismas repercusiones que una violencia física cumple con la misma función de mantener con la estructura de opresión.

En lo que respecta a los elementos faltantes, Zabalgoitia menciona que es necesario reflexionar en cuanto a evitar prácticas de exclusión bajo pretextos de masculinidades, en cuanto al papel que cumplen las divisiones que se están dando entre hombres buenos vs hombres malos, además de no pensar la masculinidad como una enfermedad que afecta solamente a algunos hombres, y por el contrario reconocer a la agencia de las mujeres.

Misael Palacios plantea que las prácticas profesionales del docente se han trasformado y han permitido visibilizar las relaciones de poder y cuestionarlas, al mismo tiempo, reconoce que es importante definir la postura que se asume e identificar el trabajo teórico fundamentado en cuanto al tema de las masculinidades y como se desarrollan en los distintos espacios.

Desde la perspectiva de Palacios, existen algunos elementos que permiten aproximarse a la elaboración de un perfil de agresor los cuales corresponden a: la doble fachada, que significa mantener una imagen pública y otra privada, la práctica de violencia en otros espacios y el abuso de poder.

Destaca además dos elementos que, desde su perspectiva, han sido claves en la reproducción de las violencias de género en los espacios académicos los cuales corresponden a que:

a. Existe un problema de socialización de la información de los protocolos de género que se están desarrollando e implementando.

b. La necesidad de generar códigos de ética que permitan regir el comportamiento de los distintos actores dentro del espacio académico.

En este sentido, plantea que los esfuerzos deben ir encaminados de igual forma, a la creación de espacios de reflexión para hombres, en los que se puedan abordar temas sobre la masculinidad como medida preventiva del ejercicio de violencia y no como un elemento de corrección o sanción.

Rafael Veloz, por su parte, plantea que los entornos sociales en los que se viven son determinantes para la permeabilidad de las aulas, y que así, todas las expresiones de violencia se maximizan, teniendo el abuso de poder como un elemento latente en ambos contextos.

Por esta razón, considera que el entorno familiar, la forma en las que crecemos y el medio en el que nos desarrollamos nos determina por las tradiciones y conductas, por lo cual las prácticas machistas se mantienen y trascienden en temporalidad y espacio. En este sentido, plantea que muchas de las violencias que estructuran el sistema patriarcal pueden ser atacadas desde la educación en casa, por lo cual es necesario pensar en cómo educamos a nuestros hijos y cómo hacemos participes a la familia en el combate de las cuestiones de género.

Aunado a esto, reconoce los siguientes elementos como claves en la reproducción de las violencias de género en los espacios académicos:

a. La ignorancia, sobre todo por parte de la persona agredida que no cuenta con la información necesaria que le permita proceder de forma correcta mediante una denuncia.

b. Normalización de los aspectos de violencia en los distintos espacios sociales.

Por estas razones, considera necesario comenzar a implementar instrumentos que permitan medir el impacto que las prácticas dentro de la universidad están teniendo en los entonos sociales externos. Y, por ende, entender el tipo de violencia que se esta generando en cada uno de los contextos universitarios dentro y fuera de las mismas instituciones.


Finalmente, desde la perspectiva de Ricardo Flores las violencias machistas se han mantenido presentes e incluso han encontrado dos vertientes: el machismo tradicional y el machismo sofisticado, en este último se mezclan micromachismos, violencias simbólicas y redes sociales.

Además, plantea que existen dos rasgos que puede presentar el perfil de un académico que ejerce violencia, el primero hace referencia a una cuestión generacional (los docentes de mayor edad son los más señalados) y el otro tiene que ver con las disciplinas, (los más señalados son aquellos que pertenecen a carreras técnicas sobre todo a las ingenieras).

Para Flores, existen tres condiciones permiten la replicación de la violencia:

a. El temor de presentar quejas por el miedo a las represalias.

b. Los liderazgos sindicales que juegan un papel importante ya que a veces permiten el problema de las violencias.

c. La desinformación por el poco interés para enfrentar el tema de las desigualdades.

Desde su perspectiva, los esfuerzos que se realizan para combatir las violencias de género deben ir (entre otras cuestiones) encaminados a lograr la armonización de las legislaciones universitarias con perspectiva de género.


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